Historia
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La ocupación más antigua documentada en su término municipal se remonta, entre el 2000 y 2500 a Cristo, en la Cueva de Aro.
Otra de las referencias prehistóricas es el cerro de la Torre de la Cabeza, en el que se mezclan restos de época del Cobre, Bronce, Ibérica, romana y medieval.
Las primeras referencias escritas de esta población se remontan al siglo X, en la obra del geógrafo oriental Al Muqadasi, identificándose con la nombrada como Al-Jafr «con gran número de cursos de agua y molinos».
El mismo nombre de Pegalajar puede traducirse como «Peña de la Vega», en referencia a las huertas que se extendían a sus pies.
En tiempos de Al-Andalus sería uno de los «hins» que protegía una amplia zona de cultivos de regadío que, desde las murallas, descendía hasta el Guadalbullón, con el tradicional sistema de puesta en cultivo musulmán en bancales, regadas con las aguas de la Fuente Vieja o de la Reja, con un embalse y una red de acequias e hijuelas, que aún hoy domina su paisaje.
Prehistoria
La ocupación humana de Pegalajar y su Término Municipal se remonta a la prehistoria. Aunque todavía no se han desarrollado estudios arqueológicos sistemáticos, contamos con una serie de hallazgos y trabajos de investigación puntuales que nos permiten conocer a grandes trazos la prehistoria en Pegalajar.
La presencia de arte rupestre en varios abrigos o cuevas en el entorno más inmediato al casco urbano que aparecen inscritos como Bien de Interés Cultural en el Catalogo de Bienes de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía son nuestro punto de partida.
Pinturas rupestres abrigo de la Serrezuela
Pinturas rupestres abrigo de la Artesilla
Pinturas rupestres abrigo del Puerto
Abrigos como los de la Pedriza, el Puerto o los diferentes abrigos de la Serrezuela de Pegalajar, albergan restos de pinturas rupestres aunque no en buen estado de conservación.
Las pinturas poseen características propias del estilo esquemático, con un alto grado de simplificación de las formas, hasta llegar a niveles propios de la abstracción. Los colores rojos y castaños, obtenidos de minerales, generalmente óxidos de hierro, son los más frecuentes en la Serrezuela.
Debemos destacar la variedad de técnicas de ejecución; ya que el espesor del trazo de los motivos representados revela el empleo de diversos instrumentos, que va desde pinceles muy finos , tal vez confeccionados con plumas de ave, o pelo de conejo, hasta el empleo de los dedos para la impresión de puntos o digitaciones.
La disposición de las figuras, el uso del color, el empleo de diferentes técnicas de ejecución, la variabilidad del tamaño y el espesor de las figuras fueron elementos usados de forma planificada en función del mensaje que trataban de transmitir, aunque el análisis interpretativo del arte rupestre esquemático presenta aún grandes problemas, ya que es casi imposible determinar las motivaciones de sus autores, la función exacta atribuida a cada figura o escena, ni los rituales que tuvieron lugar en relación con la creación de las pinturas.
En cuanto a la cronología, el momento de realización de las pinturas abarca un periodo amplio, desde el V-IV milenio, hasta el III milenio a.n.e.
Estos restos de pinturas rupestres nos llevan a plantear un inicio de la ocupación humana cuando menos, a partir de un Neolítico Antiguo Avanzado, y que se continúa durante la Edad del Cobre, momento en el que se produce un fuerte arraigo de los rituales de enterramiento colectivo, como los hallados en la Cueva de Aro.
Las Cuevas de los Majuelos y Aro, están situadas al Norte de la población, junto a la carretera JV-3241 que comunica Pegalajar con Mancha Real, a escasos 500 metros del manantial de la Fuente de la Reja. Estas cuevas probablemente fueron ocupadas paralelamente en el tiempo, pero los hallazgos arqueológicos solo han aparecido en la Cueva de Aro.
En ella aparece cerámica bruñida con mamelones, gran cantidad de lascas de devaste sin trabajar, elementos de sílex cuchillos, y raederas, junto con elementos hechos en piedra pulimentada como hachas y pequeñas azuelas La escasez de material metálico (cobre) contrasta con la gran abundancia de material lítico. La existencia de restos humanos junto con los elementos líticos y cerámicos induce a pensar que pudo tratarse de un enterramiento en cueva.
Es posible que en un primer momento de ocupación, la Cueva de Aro fuese utilizada como lugar de hábitat y trabajo, de ahí el material de desecho de sílex, y en una fase posterior de ocupación su uso fue completamente diferente, como espacio funerario colectivo; este último uso como espacio funerario, podría corresponder a un momento entre finales de la Edad del Cobre y principios del Segundo Milenio a.n.e.
Época Romana
Aunque existen evidencias puntuales de pequeños yacimientos de la edad del bronce e ibéricos a lo largo del Término Municipal de Pegalajar, la falta de investigaciones sistemáticas impide avanzar más en el conocimiento de estos momentos históricos.
En época romana, existen un importante número de pequeños asentamientos rurales, factorías o pequeñas villae, de carácter agro ganadero, distribuidas a lo largo de todo el Término Municipal.
Por citar algunos de ellos podríamos destacar Los Charcones, La Canteruela, Peñuelas… En la zona del Puerto Alto, aparecen restos de hábitat y necrópolis romana, situada junto a una importante vía de comunicación entre la zona de Granada y la Loma de Úbeda, que transitaba por el Término de Pegalajar.
En 1975 aparecieron cuatro miliarios en La Cerradura (procedente del latín miliarium) Se trata de columnas que se colocaban en el borde de las calzadas romanas para señalar las distancias cada milia passum, es decir, cada milla romana. Este “nido” de miliarios nos muestra la existencia de una importante calzada romana que pasaba por la Cerradura. Se trataba de una importante ruta comercial, paso de comunicación por la sierra Subbética, conectando el alto valle del río Guadalquivir con la zona granadina y almeriense.
Por La Cerradura pasaba la vía que enlazaba Castulo (cerca de Linares) con Cathago Nova (Cartagena) a través del valle del Guadalbullón. Esta ruta fue construida por Augusto en los años 8 al 7 a.n.e. y los cuatro miliarios descubiertos corresponden a las cuatro sucesivas reformas y mejoras realizadas por Adriano, 136; Máximo Daza, 305; Constantino, 307-317; Crispo, 317-326.
El Centro de Interpretación de la Caminería ha puesto en valor la relevancia histórica del Alto Valle del Guadalbullón, como via de comunicación histórica entre el Guadalquivir y la zona del Levante.
Edad Media
Pegalajar Islámico
A partir de la época tardorromana – visigoda comienza la desaparición de los caseríos romanos aislados que se encontraban esparcidos por el término municipal. El inicio de la ocupación musulmana en Pegalajar se sitúa en torno a la ocupación de la Fortaleza Natural de la Peña de los Buitres.
Es muy probable que en época emiral (s. IX y X) la función de Hisn (castillo con la función de refugio para la población dispersa en su territorio más cercano) fue asumida por el asentamiento de altura localizado al pie de la Peña de los Buitres (LÓPEZ CORDERO, J. A.; LIÉTOR MORALES, J.; ROJAS LÓPEZ, J., 1994).
Se trata de un espolón rocoso, dotado de amplias defensas naturales a los pies de dicha peña, protegido por altos escalones de piedra por su parte inferior y por la concavidad de ésta en la superior.
En la parte inferior, varias terrazas rocosas superpuestas formaban la defensa natural, especialmente la última de más difícil acceso, construyéndose un aljibe (Albercón de la Reina), que aún se conserva, para el almacenamiento de agua, como garantía en caso de un posible asedio.
Este último punto de defensa, una línea de abrigos naturales y covachas excavadas en la pared rocosa varios metros por encima de la última terraza, a algunos de los cuales había que acceder con escalas. Las defensas naturales se complementarían con elementos de madera de los que no han quedado restos, tan solo su huella en la piedra.
En esta época, el campo bajo la fortaleza debió estar cercado y habitado, además de servir de refugio al ganado de la población que se emplazaba en esta zona.
Por tanto, la Fortaleza de la Peña de los Buitres serviría, de refugio para la población de varias alquerías circundantes, entre ellas la que pudo ocupar el actual solar de Pegalajar, cuyo origen estuvo muy relacionado con la existencia de la Fuente de la Reja y su perímetro irrigado.
Este Hisn y sus alquerías, quedaron integrados dentro del distrito administrativo (Iqlim) de Mantisa (La Guardia de Jaén). Un distrito que según las fuentes escritas fue controlado por las tribus árabes de los Asadíes y los ‘Uqaylíes. Tanto este territorio como su vecino Wadi ‘Abd Allah, se convirtieron en zonas donde estallaron sublevaciones durante el Emirato Omeya. En Mantisa se sublevó y encastilló Ishaq b. ‘Attaf al-‘Uqayli, mientras que en Wadi ‘Abd Allah lo hizo ‘Uqasa Ibn Mihsan. Ambos fueron sometidos por ‘Abd al-Rahman III en el año 913. Quizá fue éste el momento en que se abandonó el antiguo refugio de la Peña de los Buitres, como consecuencia de la orden efectuada por el primer califa cordobés, que obligaba a despoblar todos los lugares defensivos que habían participado en la rebelión de finales del Emirato, estableciéndose su población en zonas más llanas, y por tanto de más fácil control y sometimiento.
La imposición califal determinaría que a partir de este momento se iniciara el desarrollo de una de las primitivas alquerías, la actual Pegalajar, situada en una zona menos escarpada, al abrigo del espolón rocoso de la Peñuela, la cual empezó a ejercer la función de nuevo refugio o Hisn. Esta nueva fortaleza entorno a la Peñuela, protegida por murallas y defensas construidas con tapial, era uno de los eslabones dentro del sistema defensivo, que junto con las alcazabas de La Guardia, Cambil, Huelma… formaban la línea defensiva de la Cora de Yayyan (Jaén).En este momento debió desarrollarse un importante regadío en la vega de la Fuente de la Reja o Fuente Vieja y en el río Guadalbullón, lo que implicaba un cultivo de productos de Huerta y Olivar. Aprovechando las corrientes de agua se movían los molinos harineros y surtían las necesidades de los aceiteros. Es probable que en esta época existiera una balsa artificial que recogiera el agua de la Fuente Vieja, formada por un muro de contención en su parte inferior, desde donde el agua se distribuía a las acequias y de éstas a las huertas.
Edad Media
Pegalajar Castellano
En el verano de 1225, las tropas cristianas encabezadas por Fernando III entraron en territorio jiennense almohade durante su segunda campaña. Después de sitiar Jaén pasó a la vega granadina y en el retorno asoló varias fortalezas, entre ellas la de Pegalfaxali.
Años después, Fernando III tomó de nuevo el «Alcázar de Pegalhaiar» durante el invierno de 1244, «reinando grandes fríos y habiendo lluvias muy abundantes». Esta incursión de Fernando III por tierras musulmanas coincide con el relato que sobre la toma de Pegalajar hace Lorenzo Morillas Calatrava en su libro.
«En él cuenta que la guarnición cristiana de Baeza, acordó atacar la fortaleza de Pegalajar enviando un pequeño ejército a las órdenes del capitán Alonso de Vilches el día 20 de diciembre de 1243. Antes de amanecer, comenzó el ataque. Cien hombres de caballería, al mando de los capitanes Hernán de Siles y Sancho de Castillejo, se colocaron al lado del barranco que existe al Sur de la fortaleza y frente al Arco de la Encarnación. Otros cien hombres de caballería se alinearon frente a las murallas de Pocasangre, Alcazaba y Campos del Trascastillo, al mando de los capitanes Rodrigo de Cabanillas y Hernando de Sandoval. Y los restantes doscientos hombres de infantería, vestidos con ropas blancas, se ocultaron confundiéndose con la nieve al pie de la muralla del Norte de la fortaleza. Iniciado el ataque, las fuerzas de infantería, mandadas por los capitanes Ruy Gómez de Quesada y Pedro de Cabanillas, escalaron las murallas y sorprendieron a la guardia. La pronta muerte en la refriega del alcaide Aben-Jussuf y su hijo Mohamed hizo que la desmoralización cundiera y acabara con la resistencia (19).»
Una vez conquistado, Fernando III pernoctó durante dos noches en el castillo y de ahí pasó a Cárchel, desde donde mandó a su hermano Alfonso hacia la vega de Granada. A su vuelta volvió a asolar varias fortalezas, entre ellas de nuevo «Pegalhaiar», retirándose en noviembre a sus bases.
Probablemente esta fue la conquista definitiva de Pegalajar, dentro del objetivo que se había trazado Fernando III de cercar a la ciudad de Jaén.
Al año siguiente, en 1245, Fernando III puso sitio a Jaén y en marzo de 1246 la ciudad fue entregada por el rey de Granada junto a los castillos y fortalezas que la rodeaban (entre ellas la de Pegalajar).
Topónimo de Pegalajar
Aún no podemos afirmar de forma cierta el nombre árabe con que se conocía el núcleo de Pegalajar en el periodo islámico.
Según M. Jiménez y T. Quesada (1992), Pegalajar podría definirse como un topónimo compuesto por un término latino y otro árabe. El primero, sería «pagus» (pueblo, aldea, comarca pequeña), mientras que el segundo procedería de la raíz árabe “al-hayar” (piedra), pudiendo significar «Vega Pedregosa», aunque otras interpretaciones aceptadas como posibles serían la de «Paso entre Montañas», o bien «Peña de la Vega».
En el libro de Lorenzo Morillas Calatrava hace derivar su significado de las palabras árabes «piedra» y «alhajar», que significaría «paso entre montañas». Emilio Serrano Díaz, en su libro «Castillos de Andalucía», le da el significado de «Peña de la Vega». En el libro “Pegalajar; Nueva Aproximación Histórica” se plantea que se corresponda con el nombre árabe de al-Jafr, que al-Muqaddasi –el cual describe Al-Andalus según la narración oral de un andalusí- cita como un pueblo dependiente de Jaén, situado a 18 km. de ésta, con gran número de cursos de agua y molinos.
Sin embargo, como señaló en su momento V. Salvatierra (AGUIRRE SÁDABA, F. J., SALVATIERRA CUENCA, V., 1989), resulta muy interesante la relación que existe entre un individuo llamado ‘Abd al-Rahman b. ‘Isa b. Raya al-Hayar (o al-Hayari), conocido como al-Sumuntani, y el topónimo de Pegalajar, al considerarse que la vocalización al-Hayari sería una nisba, al-Hayar. Por tanto, si esto es correcto, Pegalajar estaría integrada, como de hecho ocurre, en el amplio territorio de Sumuntan (Sierra Mágina). Analizando el topónimo y las fuentes árabes, M. Jiménez y T. Quesada (1992) identifican Pegalajar con el lugar de “Bagu”, un enclave situado por Idrisi en el camino de Córdoba a Levante por Jaén. Con toda probabilidad se trataría de un Hisn utilizado como refugio por diversas comunidades de aldeas (Qura), que explotan diversos espacios irrigados situados en torno al manantial de la Fuente de la Reja, y en las inmediaciones del río Guadalbullón.
Río Guadalbullón
Independencia de Pegalajar
Pegalajar es uno de los muchos pueblos que en el siglo XVI consiguen su independencia jurídica. Anteriormente fue aldea de Jaén, formaba parte de su alfoz desde la conquista de la capital en 1246 por parte de Fernando III.
Desde entonces, su proximidad con el reino musulmán de Granada le convirtió en una defensa fundamental de la ciudad de Jaén, hasta que la finalización de la conquista de aquél en 1492 hizo perder el valor estratégico de su castillo, pero no tanto su importancia económica; pues a los pies de la fortaleza se extendía una fértil vega de huertas y olivos, heredada de época árabe.
El crecimiento poblacional que se produce en el Reino de Jaén en el siglo XVI influyó también en Pegalajar que, con 284 vecinos (unos 1.136 habitantes) y ante la posible venta del lugar por parte de la Corona, se planteó obtener su independencia jurídica de Jaén, tanto por poder disponer de los beneficios que podría suponer el dominio del futuro concejo y sus cargos, como porque no cayera la población en manos señoriales, pues a todos los vecinos les era evidente la necesidad pecuniaria de la Corona y la posibilidad de ser vendido el lugar a cualquier señor.
Luis García de Bailén, junto con su hermano Juan y otros vecinos, convencieron a gran parte de la población y solicitaron del rey Felipe II les apartase de la jurisdicción de Jaén y le diese a Pegalajar jurisdicción, tanto civil como criminal, a cambio de una determinada compensación económica por vecino.
El Rey accedió a ello, concediendo una carta de privilegio real. Para delimitar el término y averiguar el vecindario, la Corona mandó al juez Álvaro de Paz, que realizó un censo de los vecinos, anotando los casados, los menores huérfanos bajo «curadores», las viudas, etc., e incluso los moradores ausentes, de los que debía averiguarse su causa y si se llevaron o no haciendas. El fin era que no escapase nadie al control real, pues en ello estribaba el precio final de la exención.
El Rey cumplió su parte y concedió a Pegalajar un privilegio real por el que se reconocía la exención de Jaén y el título de villa, con fecha 3 de junio de 1559, a cambio de un servicio a la Corona fijado en 2.550.000 maravedís.
El pueblo de Pegalajar, tras su independencia, se reunió en la Iglesia, que estaba situada en la parte más alta de la población, dentro del recinto del Castillo, y nombró sus primeros alcaldes independientes: Alonso Rodríguez Talavera y Juan Gómez de Herrera, con los que se inició la nueva trayectoria municipal. Las primeras labores fueron la realización del censo de vecinos, que luego confirmó el juez Álvaro de Paz, y la delimitación del nuevo término municipal, amojonándose su contorno.
Término de la villa de Pegalajar tras su independencia de la ciudad de Jaén. Año 1559