Patrimonio Histórico
volver a inicioInfluenciado por la Geografía y la Historia
Su carácter montañoso caracterizó los primeros asentamientos humanos conocidos, datados en el II milenio a.n.e, en base a una población de economía básicamente ganadera. Ya en época romana, la ubicación de los restos diseminados por el término evidencian la presencia de una economía agroganadera en esta población, que tendrá un importante desarrollo en época medieval.
Por otro lado, Pegalajar fue tierra de frontera con el reino musulmán de Granada en la Baja Edad Media durante casi tres siglos.
Ello influenció en la creación de fortificaciones defensivas, en el desarrollo del núcleo urbano a los pies del castillo, y en el trazado de sus calles; también en la agricultura, con una amplia zona de huerta distribuida en bancales junto a la peña donde se ubicaba la fortaleza, y una industria molinera que aprovechaba la abundancia de agua y la orografía del terreno.
Castillo de las Peñuelas
El castillo de las Peñuelas fue el primitivo núcleo de una población agrícola, que cultivaba las tierras que regaba la Fuente de la Reja y el Río Guadalbullón , junto con las tierras de secano que existían a su alrededor. Aparece en las crónicas cristianas como fortaleza musulmana varias veces saqueada. En los restos que aún quedan, se pueden apreciar dos fortificaciones distintas en el tiempo.
Una primitiva, constituida por un recinto interior amurallado, que comprendía la mayor parte de la actual calle de la Villa, con dos puertas de entrada. La primera, situada al Norte, flanqueada por dos torreones circulares; y la segunda, al Sur, defendida por dos torreones cuadrados. Otro torreón, más alto y fuerte que los anteriores, que hoy es el campanario de la Iglesia, formaba parte de este recinto interior amurallado o alcázar. Otro recinto exterior, de origen posterior y hoy más dañado que el anterior, servía de ampliación a la primitiva fortificación.
Esta muralla se extendía desde la zona Sur‑Oeste del primer recinto, donde bajaba en dirección a la calle Carnicería; aquí existía una puerta de entrada que actualmente se conserva en buen estado y es el conocido Arco de la Encarnación; luego continuaba hacia el Este, siguiendo la dirección de la calle Carnicería y dejando en su interior la calle Arco de la Villa, hasta la calle Carril, donde se cerraba con el muro de la primitiva fortificación. Por la zona Norte, la nueva muralla se extendía por encima de la calle Carril Alto, abarcaba dentro de sí el recinto de la actual Iglesia y parte de la calle Peñuelas, cerrándose al Sur, unos metros por arriba del Arco de la Encarnación.
Este castillo estaba situado en un lugar estratégico, sobre una peña, extendiéndose a sus pies la vega que regaba la Fuente de la Reja . Fue el origen y también le dio el nombre a Pegalajar, que puede traducirse como «Peña de la Vega», en referencia a las huertas que se extendían a sus pies.
Fue saqueado por Fernando III en varias de sus correrías por el reino de Granada, hasta su conquista definitiva en el invierno de 1244, dentro de la campaña militar de cerco y conquista posterior de Jaén.
A mediados del siglo XIX, el recinto interior del castillo todavía no albergaba casas, existía en estado ruinoso y su propietario era un particular, Pedro del Prado. Siempre ha ocurrido que los castillos en ruinas han estimulado la imaginación de la gente.
Así ocurrió entonces, cuando dos individuos obtuvieron licencia del propietario para el descubrimiento de «ciertos intereses».
Cuando quisieron continuar los trabajos cerca del Arco de la Villa, el Ayuntamiento, «en consideración a que el expresado lugar es un monumento histórico que debe conservarse para perpetua memoria y que las creencias de los peticionarios sólo se fundan en vulgaridades que no pueden tomarse en consideración», denegó el permiso.
Más adelante, el castillo debió pasar a propiedad municipal, pues las concesiones de terrenos en la villa para edificaciones por parte del Ayuntamiento se hicieron corrientes, por lo que las murallas fueron desapareciendo entre las casas construidas.
Torre de la Cabeza
Esta torre está situada junto a la antigua carretera Bailén-Motril, cerca de La Cerradura, entre los kilómetros 353 y 354. Es un torreón de mampostería, de forma cilíndrica, descansando su base sobre un pronunciado talud. Su función era de vigilancia y comunicación.
Fue construida en su estado actual por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo entre 1462 y 1470, aunque es probable que se levante sobre las ruinas de otra anterior.
De hecho, esta torre forma parte de un conjunto de ellas que cruzaban la provincia en dirección Norte-Sur.
Las más inmediatas a ésta eran la atalaya de la Pedregosa, situada en la Serrezuela de Pegalajar, y la Torre de la Estrella, que se encontraba en la cumbre de la Sierra de los Bodegones, hoy día ambas derruidas.
Iglesia de la Santa Cruz
La actual iglesia, situada en la plaza de armas del castillo y bajo la advocación de la Santa Cruz, sustituyó en el último cuarto del siglo XVI a un templo anterior que amenazaba ruina y estaba bajo la misma advocación, cuyo origen se remontaría a la conquista de la villa a los musulmanes, en 1244.
La Iglesia consta de muros densos y macizos, con pocos huecos. Es un tipo de iglesia de cajón con planta rectangular de una sola nave, en la que destaca el presbiterio, enlazados ambos espacios por un tramo más amplio, a modo de incipiente crucero, de lo que da fe el recurso de cubrición: una media naranja -en realidad bóveda elíptica rebajada- frente a la bóveda de cañón con lunetos que domina el resto de la iglesia. La nave está dividida en cuatro compartimentos separados por fuertes estribos, que alojan en su interior capillas hornacinadas.
En el exterior, la portada de la fachada principal presenta un esquema vertical, con nicho y ventanal de coro. Presenta un arco de medio punto con línea de imposta resaltada, coronándose con un entablamento liso, y abriéndose en su cornisa un nicho para albergar la imagen titular, flanqueado por pilastrillas jónicas y rematado por un entablamento. La portada lateral, mucho más sobria, se organiza en torno a un arco de medio punto flanqueado por pilastras, con entablamento liso y frontón triangular, y coronándose con pináculos.
La torre de la iglesia está separada de ella. Es parte del recinto interior del castillo, la cual fue aprovechada como campanario. Las obras de iglesia actual se ejecutaron entre 1580 y 1620, cuya traza original se debe al arquitecto Alonso de Barba y su sobrino Luis.
En el interior de la iglesia destaca el retablo de la capilla mayor o presbiterio, realizado a mediados del siglo XVIII, aunque hoy en día solo es original el ático del retablo, pues fue muy afectado por un incendio durante la última guerra civil.
En la nave del Evangelio, están la capilla de la Virgen de los Dolores, el altar de Santiago, el del Cristo de la Columna y el del Santo Entierro; mientras que en la nave de la Epístola se encuentran la capilla de la Inmaculada y otras que albergan imágenes modernas de diferente tamaño, como la Virgen del Carmen, Virgen de Fátima y Santa Rita, que se completa con las imágenes de San Gregorio, San Francisco de Asís, San Isidro y San Antón. Destaca también la imágen de Jesús Nazareno, de la escuela de Martínez Montañés, que llegó a Pegalajar en la postguerra, posiblemente extraviada de cualquier otra población por los aconteceres políticos.
Arrabal Medieval
El crecimiento de la población dio lugar a la formación de un arrabal a finales de la Edad Media, que bien pudo tener un origen árabe anterior. Este barrio, situado fuera del recinto amurallado, también estaba protegido contra posibles ataques de los nazaritas granadinos por una cerca o empalizada, que aprovecharía los fuertes desniveles del terreno por el Sur y Este.
A este arrabal llegaba el agua de la Fuente Vieja nombre que hasta el siglo pasado tenía la Fuente de la Reja a través de una conducción, y su puerta de entrada estaba junto al camino de Jaén.
Estos hechos nos inducen a pensar que el comienzo de la red urbana de Pegalajar fue en la zona que comprende las plazas de la Laguna y la Constitución y las calles Peñuelas, Bahondillo, Hornos, Arcos y Santa Lucía, precisamente las calles más estrechas del pueblo, con un fuerte rasgo medieval; épocas en que no existía una planificación urbana, sino que se aprovechaba todo el espacio posible, estrechándose las calles en busca un refugio ante los fuertes calores del estío.
Por otra parte, las casas se apiñaban dentro del núcleo fortificado del arrabal. De éste nos habla la Crónica del Condestable Iranzo en diferentes ocasiones.
En una de ellas, a causa de una entrada de moros que lo asaltan y lo queman. Y en otra, con motivo del cerco al que el Condestable somete Pegalajar, donde se encontraba el comendador rebelde Juan de Pareja; en esta ocasión el Condestable montó uno de los dos reales en el camino que iba de Jaén a dicho castillo, frente a la puerta del Arrabal.
La necesidad de abastecimiento de agua y un cercano surtido para la población hizo que en este lugar su ubicara un pilar, abastecido por una conducción que venía de la Fuente de la Reja. El abrevadero de piedra, que aún hoy recoge el agua, fue instalado entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, por el traslado que se hizo de él desde la Plaza de la Constitución. Esta cañería, que partía de la Fuente de la Reja para abastecer los pilares públicos, también lo hacía con algunas casas particulares y varios molinos.
En el antiguo Arrabal están ubicadas las Casas Consistoriales, Ayuntamiento que fue romedelado hace unos años de nueva planta, pero aún conserva una portada que Galera Andreu señala como antecedente de las realizaciones provinciales del siglo XVII, vinculando la obra la labor repobladora de la zona Sur de Jaén en tiempos de Carlos V, siendo el escudo de los Borbones y las columnas imperiales con la inscripción PLUS ULTRA un añadido posterior. Soledad Lázaro, por el contrario, la fecha en la primera mitad del siglo XVIII.
La portada es adintelada, flanqueada por pilastras y entablamento con friso jónico y dintel muy volado, sobre el que apoya el balcón con tres arcos rematados por el escudo de los Borbones, las columnas coronadas y pináculos laterales.
Casa del siglo XVI
El barrio de Santa María
En el siglo XVI la población experimentó un fuerte crecimiento. En 1595 existían 240 casas que albergaban a 1.200 habitantes. Por entonces el arrabal se desborda y el casco urbano se extiende alrededor de él y de la peña del Castillo, saltando el barranco Villajos, que hacía de frontera natural a dicho crecimiento.
Desaparece así el cementerio situado junto a la ermita de Santa María. De tal forma que se surge un nuevo barrio, el de Santa María, que junto al primitivo de la Plaza configuran el pueblo en esta época.
En los censos posteriores observamos que el número de casas crece en menor proporción que el número de vecinos ‑en 1752 existían 254 casas habitables para una población aproximada de 1.584 habitantes, y en 1792 eran 306 casas para 2.024 habitantes, lo que nos induce a pensar el hecho de la utilización masiva a partir del siglo XVIII de las cuevas abiertas en la montaña como vivienda.
El primer callejero de Pegalajar que conocemos data de 1752. Desde finales del XVI hasta este último año, poco había cambiado la red urbana, pues el número de edificios es sólo un poco mayor ‑sólo 14 más‑.
Sin embargo, aparecen también solares de antiguas casas en un número de cincuenta, que no sabemos si se tuvieron en cuenta en el censo de 1595. No obstante, por el número de habitantes, la red urbana de Pegalajar algo tuvo que crecer; y lo hizo en sentido Este, consolidando el núcleo de viviendas que había surgido cerca de la ermita de Santa María.
Allí se ubicó el segundo pilar del pueblo, buscando un cercano surtido para la población -el primero estaba situado en la Laguna- , abasteciéndose también por una conducción que venía de la Fuente de la Reja.
La Fuente de la Reja, la Charca y la Huerta
La relación entre Pegalajar como pueblo y la Fuente de la Reja es tan íntima que podemos afirmar que el núcleo urbano debe su nacimiento a ésta. Al menos desde tiempos medievales existe Pegalajar como pueblo. Su castillo, situado en la peña que vigila la vega regada por esta fuente, sirvió de refugio y defensa a aquella población medieval que ya cultivaba los bancales de huerta fertilizados por sus aguas.
Sin duda, la construcción de toda una amplia red de bancales a lo largo de la ladera, incluso en zonas abruptas, utilizando al máximo el terreno, supuso una gran obra de ingeniería en la que es aprovechado cualquier palmo de tierra a base de hormas de tosca (travertinos), una piedra caliza extraída de la misma huerta y otras zonas vecinas, como la cantera de las Eras de la Ventilla. Su fin era allanar el terreno para evitar la erosión y permitir el riego a manta que proporcionaban las aguas de la Fuente de la Reja. Las frecuentes labores en las que influía la proximidad al núcleo urbano, el agua y el abundante abono animal que recibía, le daba a la huerta una fertilidad de la que carecía el resto del terreno agrícola del término.
Parece evidente que los cristianos no sólo heredaron el castillo de Pegalajar como nueva fortaleza fronteriza con el Reino de Granada, sino también las bases económicas de la antigua población, que tenía su fuente principal de recursos en la fértil agricultura de las cercanas tierras que regaba la Fuente de la Reja.
También se utilizaban para abastecer la población y como motor de dos molinos harineros, situados en la Huerta. En 1828 encontramos referencias detalladas a la extensión de tierra que regaba esta fuente. El censo comprendía 9.511 celemines de tierra (510,74 has.), divididos en 673 heredamientos de 269 hacendados.
Veinte hacendados, con más de 100 celemines cada uno, poseían el 76,51 % de la Huerta. Entre estos mayores hacendados sobresalían las instituciones eclesiásticas y los forasteros.
Hasta el siglo XX, el estanque que embalsaba las aguas de la Fuente de la Reja para un mejor aprovechamiento del riego de la Huerta no era más que una laguna artificial, formada por un dique de contención, a cuyas espaldas se encontraba el haza del Parral y entre ambas pasaba el camino de Bercho. Por el resto se extendía la alameda de la Balsa, que continuaba hasta el camino de las Ferias, el cual separaba la Fuente de la Reja de la Balsa.
En 1903 se realizó una reforma en la Balsa. Se amuralló en todo su contorno hasta el nivel de la tierra de la Alameda, en una extensión semejante a la actual. Con el nombre de Charca comenzó a denominarse el estanque ya bien entrado el siglo XX.
No fue hasta 1944, cuando empezó a hacerse realidad el proyecto de reforma de la Charca, con subvenciones de la Junta Interministerial de Obras para mitigar el Paro, dependiente del ministerio de Trabajo, y la Diputación Provincial; obras que terminaron unos años después, en 1949.
Aunque la Huerta está fuera del núcleo urbano, su proximidad a él ha influido notablemente en su desarrollo. De tal forma que el límite Sur de la población ha estado limitado por los bancales de huerta.
Algo que no es de extrañar, ya que en Pegalajar tradicionalmente estos terrenos de regadío se han considerado «sagrados», lo que es fácil de comprender desde una perspectiva histórica, pues Pegalajar secularmente ha tenido una economía agraria semiautárquica.
La influencia en el urbanismo de Pegalajar de la Fuente de la Reja y el humedal que comprendía la Huerta, se proyecta también en la ubicación desde época medieval del gran estanque que almacenaba las aguas de dicha fuente, conocido en épocas pasadas como «Balsa» y en este último siglo como «Charca». Fuente de la Reja, Charca y Huerta forman un conjunto inseparable.
Hasta mediados del siglo XIX, la Fuente de la Reja y su estanque estaban situados a las afueras de la población, junto a la carretera que llevaba a Mancha Real. No obstante, por su notable importancia, siempre fue objeto de mimo y cuidado por los vecinos. Así, en 1605, se adecentó dicha fuente con un gran lienzo de piedra, que aún se conserva, decorado por medio de elementos heráldicos, con las armas de Felipe III y las de la propia villa, en la que figura esta descripción:
«Reynando en España el rey D. Felipe III
Mandó hacer esta obra la villa de Pegalajar año de 1605″
Es el derrame natural del acuifero subterráneo y origen del sistema hidráulico de la Huerta. El pueblo de Pegalajar y su historia va unida a la de este manantial ya que es la base que sostiene todo el complejo socioeconómico de la población posibilitando un agrosistema único, una cultura de vida y de trabajo y unas señas de identidad singulares.
El agua es el hilo conductor del sistema constituido por la FUENTE, la CHARCA y la HUERTA.
La peculiaridad de dicho sistema viene determinada por la articulación de tres factores fundamentales:
El modo de captación del agua a partir del manantial de la Fuente de la Reja, complementado por otras fuentes secundarias.
El mecanismo de regulación a través de la balsa principal, La Charca, y de una serie de albercas distribuidas por toda la Huerta.
El sistema de reparto y distribución del agua mediante un complejo entramado de acequias, caces e hijuelas.
Cuenta la tradición que, a mediados del XIX, un día de insoportable calor sin ráfagas de aire, estando varias mujeres lavando junto a la Fuente, vieron cómo un sábana tendida se levantaba y se enredaba en esa imagen de la Virgen que había junto al nacimiento. Este hecho fue interpretado como una petición celestial para que le construyeran una ermita, como así se hizo. En cuanto a la sábana, fue desmembrada por las vecinas en numerosos trozos para conservarlos como reliquia. Desde entonces, sobre la fuente se levanta la ermita de la Virgen de Gracia.
La Alameda de la Fuente de la Reja, que circundaba la Presa, también tenía gran importancia urbanística a mediados del siglo XIX, ya que era considerada como zona de paseo situada a las afueras de la población, por lo que el Ayuntamiento se preocupaba por proteger sus árboles y replantarlos cuando era necesario. Hacía 1870, el pueblo en su extensión ya había llegado allí y, a finales de siglo, la sobrepasa. Las construcciones nuevas abarcan parte del ejido de la Presa, por un lado, y el cerrillo de la Fuente por otro, e incluso en la zona contigua a la era de San Gregorio. En esta época son continuas las denuncias por la «infinidad de ocupaciones arbitrarias en terrenos sobrantes de la vía pública, que muchos vecinos han hecho para construir casas y corrales en las inmediaciones de la presa».
A partir de 1950, con el arreglo de la Charca y sus alrededores, el paseo de la Alameda desplazó de una forma categórica a la Plaza de la Constitución como zona de recreo. La Charca pasó a ser el centro de la vida de ocio y fiestas de los pegalajeños. En su recinto se realizaban diversas actividades, como eran los baños, audiciones musicales, paseos en barca, piragüismo, natación, … La década de los sesenta fue la época dorada del recinto, convirtiéndose en un pequeño núcleo turístico a nivel comarcal.
Desde 1988, con la desecación de esta fuente, se ha producido no sólo una grave pérdida económica para la población por la desaparición del riego de la Huerta y el turismo que traía la Charca. Tras la reciente afloración del manantial en enero de 1997, hoy se estudia la recuperación de este entorno.
La Plaza de Toros
La actual Plaza de Toros, de mampostería, fue construida por iniciativa particular en el año 1919, debido al derrumbe de la anterior, portátil y de madera.
Es una plaza sobria, ubicada en la ladera del cerro de la Fuente de la Reja, que refleja un importante aspecto de la tradición popular pegalajeña. Recientemente, en 1995, se hizo una propuesta para ser incluida dentro de los bienes de interés cultural.
Antiguo lavadero
Construido en 1.949, el lavadero de Pegalajar consta de dos edificios contiguos. El primero era la casa del guarda y el segundo el propio lavadero, de planta rectangular. El agua proviene todavía de una de las acequias principales que salen desde La Charca, desviándose a través de una pequeña portezuela para recoger el agua en el centro de la pileta del lavadero.
A los laterales de la pileta, se encuentran las piedras de lavar, donde las mujeres acudían a lavar la ropa a mano o los lienzos de la recogida de la aceituna. Este espacio se caracterizó por ser un espacio de sociedad femenina privilegiada.